"Pregunta. De su libro se desprende por parte de los científicos un impulso de
colaboración mucho más comprometida que, pongamos por caso, los políticos. Y
muy diferente a lo que ocurrió con Robert Gallo y Luc Montagnier y su lucha de
egos respecto al sida. ¿Ha cambiado el ambiente en ese mundo?
Respuesta. En el caso de
estos científicos, cuando todos competían por descubrir cómo Crispr —una enzima
conocida por actuar como tijera molecular, que corta y edita, o corrige, en una
célula el ADN asociado a una enfermedad— podía ser una herramienta para descifrar
los genes, existió un largo camino que comenzó con un científico español, Francisco Mojica, de
la Universidad de Alicante. Buscaban descubrir primero en qué consistía Crispr y cómo
hacerlo funcionar en seres humanos. Alrededor de 2012 la competencia fue muy
dura entre la gente de Jennifer Doudna en Berkeley y
otro equipo del Instituto Tecnológico de Massachusetts [MIT]. Luchaban
por las patentes, los premios y la prioridad a la hora de publicar. Aquello
afectó a la colaboración y cooperación. Pero respecto al coronavirus, la
situación ha cambiado y llego a contarlo en el libro. Las grandes universidades
y los mejores equipos han trabajado de manera muy colaborativa en torno a un
objetivo: la lucha contra este virus extraño. Como si nos hubiera invadido un
alienígena contra el cual todos los países, unidos en cierta forma,
luchan."
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